Carta al nudo en mi garganta

Llevas varias semanas acompañándome de noche y de día. Cuando me levanto, me voy a dormir, me baño y me siento frustrada por los otros.

A veces te puedo imaginar como una mano que sujeta mi garganta para callarme y hacerme pequeña. Otras, como una cascada de lágrimas que quiere salir a borbotones hasta dejarme vacía.

Da miedo el vacío.

A veces siento que es mi padre. Ése que recuerdo con tanto cariño, pero que también me enseñó lo que no quiero en una pareja. Me amaba con locura, pero quería controlarme en todo momento.

A veces siento que es ese marido imaginario que formó alguna vez parte de mi vida de manera rara y remota, pero que me ahogaba en llamadas y mensajes incesantes.

Otras, los muchos hombres que he conocido y que han querido imponerse sobre mí y decidir mi destino.

Amo mi libertad y también a ti, te libero. Puedes soltarte, vaciarte en agua salda y correr por mi boca hasta caer en el piso.

Así como me da miedo hablar, también me da miedo callar.

Aprendí un día a controlar a mi bestia interna y ahí te fuiste formando. 

Empezaste como un pequeño dolorcito de garganta y se fue convirtiendo en una mano imaginaria que me oprime cuando no quiero soltar la verdad. Mi verdad.

Me da miedo arrancar en gritos, insultos, rabia contenida y finalmente en lágrimas.

Odio llorar de coraje y de frustración. 

Odio parecer débil porque no puedo controlar las ganas de llorar cuando me siento tan irritada.

Sin embargo, te quiero dar permiso de dejarte ir. 

Quiero que sepas que no está mal decir lo que piensas ni pedir lo que quieres aunque sea a gritos.

Los gritos vienen de muy adentro y te has convertido en una barrera que contiene todo lo que se me acumula con los días, las semanas, los meses y los años.

Ya sé, querido nudo, que estás cansado.

Te has vuelto una barricada entre lo que pienso y lo que digo.

Una especie de filtro que nace del miedo a no ser suficientemente buena, linda, amable y cordial.

No siempre tengo ganas de ser la princesita que dice si.

A veces quiero ser la bruja mala que dice no. Mil veces no.

Pero te tengo una bueno noticia: soy las dos. Un día buena, otro mala y otros más, solo una persona que quiere y necesita cosas.

Da miedo pedirlas y recibir un no como respuesta, pero más allá del no está este miedo enorme a no ser querida y al final ser abandonada.

Te quiero decir algo sobre eso: la gente se va, los amores se acaban y todo al final vuelve a estar bien.

Porque, amado nudo, al final siempre estoy yo.

Sé que has tenido todo este tiempo una buena intención y te lo agradezco, pero hoy necesito que sueltes, que dejes de contenerme y que partas muy lejos de aquí.

Me has ayudado a librar más de una batalla, a poder evitar el conflicto y a controlar mi mal carácter. Gracias de nuevo.

Sin embargo, hoy ya no me dejas respirar. Siento que me ahogan las ganas de reventar. Las ganas de gritar y decir: ya no quiero.

Y se vale ya no querer.

Se vale cambiar de opinión y querer algo diferente.

Creciste entre tantos gritos y tanto drama que te prometiste que tú no serías así. Y te fuiste formando para volverme una persona funcional.

Funcional, no es suficiente. Quiero ser feliz.

El día que te instalaste en mi garganta, creí que me iba a ayudar un poco a ser como los otros.

Esos que sí tenían una vida normal, sana y que no pasaban por tanta tribulación. Pero eso solo es la superficie. Es una máscara para que la gente crea que están bien. Aún cuando los gritos ensordecen su alma.

Y de verdad hice el esfuerzo por ser normal, común y ordinaria pensando que eso me llevaría a la felicidad y la paz. No sucedió.

Tenerte en mi cuello me hace perder el sentido de lo que es real y lo que desea mi corazón.

Quiero ser yo. No lo que otros esperan de mí.

No puedo ser otra más que yo misma.

Así terca, bocona, gritona, gruñona y mal encarada.

Mucho tiempo, me escondí detrás de la sonrisa y la risa fácil que ocultaba que no estaba de acuerdo o que no quería hacer algo que al final terminaba haciendo.

Ya no quiero hacer nada que no quiero. 

Y me da miedo, me sigue dando miedo perder. Me da miedo que ya no me quieran por ser “tan yo”.

Me he sentido tan juzgada por no querer lo que los otros quieren, pero no lo quiero.

No te voy a negar que he ganado algo en el camino, pero hoy siento que he perdido más de lo que creía. 

He podido tener una vida de fantasía para muchos, pero que a mí me dejó muy pocas satisfacciones.

He podido conocer otro mundo diferente, pero que no es el mío.

Estoy tan cansada de bailar al ritmo de los otros y aun así nada es suficiente. Ellos piden más, más silencio, más consentimiento y más sumisión.

Lo siento, pero no soy sumisa. Soy una leona buscando pelea.

Me gusta salirme con la mía, reír a carcajadas, ser inoportuna en mis comentarios y de repente ser dura y cruel.

Te siento temblar.

Te preguntas que va a ser de nosotros si me dejas libre.

Pues es algo que tendré que vivir sola.

Porque hoy no puedo más. Ya no quiero seguir escondida detrás del muro del silencio y de las omisiones.

Muchas veces, la única manera de respirar es cantando. Esas canciones tristes que me recuerdan mi niñez y me llevan a un lugar oscuro al que casi no me permito entrar.

Me da terror que la gente sepa que puedo ser tan melancólica y nostálgica. Y vuelvo a sonreír cuando solo quiero llorar, hacerme bolita y pedir ayuda.

Es tan difícil pedir ayuda.

Me siento tan inadecuada cuando pido algo. O lo pido contigo en mi garganta, bajando la cabeza y la voz o lo pido de la peor manera a gritos y envuelta en un berrinche.

Quisiera negociar contigo los términos de tu partida.

De nuevo, te quiero agradecer por haberme salvado de muchas situaciones y haberme ahorrado tal vez hasta una buena bofetada, pero posiblemente me voy a arriesgar a recibirla. También tengo manos y me sé defender.

Me gustaría también pedirte permiso de cambiarte por otra cosa que me sirva más. Hoy eres un nudo firmemente instalado en mi garganta, pero no necesito tanta fuerza.

Me gustaría volverte de tela, de lino delgado y poroso. Seguirá siendo fuerte, pero habrá estos mini hoyitos que servirán como un tamiz.

Necesito que entre aire, sino me voy a ahogar en mis propios, miedos, palabras, llantos y suspiros.

Amo suspirar.

Amo saberme elocuente e inteligente. Tengo mucho que decir, pero al final no digo nada.

Estoy también cansada de decir que estoy bien, que sola puedo con todo y más, cuando no es verdad. Odio estar sola, odio no recibir ayuda ni ser protegida.

Ha sido mucho más sencillo ser esa máquina bien aceitada que todo le sale a la primera, que lleva un plan super estricto y que no acepta cambios.

Pero no soy yo. Yo soy flexible, voluble, cambiante, adaptable y sobre todo resilente.

Nudo cariñoso y protector suelta un poco que me vas a matar.

Y no quiero morir. 

Intenté callarme de muchas maneras: desde morderme los labios hasta dejar que las pastillas nublaran mi cabeza y evitar sentir ni analizar.

Hoy no tengo más ataduras que tú.

Suelta un poco que de verdad me estás matando.

Disuélvete en estos últimos tragos de Coca y en el humo de mi cigarro de la noche. 

Mañana ya no necesitarás estar más aquí como una cuerda que me sofoca, porque serás esa blanca tela de lino que no deja pasar lo malo, pero me deja inhalar y expirar.

No quiero controlar lo que sale de mí. Quiero volverlo positivo en mi vida.

Gracias a ti, también me he dado cuenta de todas las lindas palabras de amor, apoyo y bienestar que estaban escondidas detrás de mi mal humor.

No voy a volver a estar rabiosa, pero quiero poder expresarme, poner límites claros y dejar de tener miedo a perder por lo que salga de mi linda boquita.

Al final, quien se va es porque quiere. Quién se queda también.

Adiós, nudo. Espero que tú también aprendas a vivir intensamente.

Un comentario sobre “Carta al nudo en mi garganta

  1. Laura qué bello texto «Nudo en la,garganta » veo qué con tú renuncia a la universidad, sé va volviendo un nudo de lino, pues ya estás filtrando, lo bueno, te felicito y te recuerdo así

Deja un comentario